martes, 15 de marzo de 2016

¡Que alguien me quite la chingada empatía por favor!


José José, ese es el problema. 

Nada menos que José José, Rocío Durcal... esas cosas. 
Y la ridícula secuencia de imágenes que se me está colando en el lagrimal. 

No sé qué mierdas hago escuchando a estos tipos.
 So not millenial.   

No sé por qué le di mi dinero a ese vendedor ambulante del metro. 
A cambio de esos diez pesos siento que tengo ahora los huesos huecos. 

Gavilán o paloma. 
Sí, hay que ver cómo es el amor. 

Yo debería estar concentrada en mi trabajo.

Es que estaba medio dormida cuando compré este disco. 
¿Qué con todos esos ciegos vendedores de discos?

Eso explicaría por qué los títulos están todos mal puestos.
"TRACK 1 _ dievo gerdaguer"

Directo en mi TOC. Tuve que corregirlo todo.

El muchacho de los ojos tristes.

¿Soy una señora?
¿Está mal que me identifique con esto?
Me estoy acordando de lo terrible que puede ser enamorarse.

Me incitan al auto-sabotaje.
Escucho sus penas y siento que no merezco la plenitud.
Generación tóxica que explica un poco el proceder de mi abuela en el amor.
Co-dependencia, posesión, resistencia a pesar de una evidente podredumbre.

Luego me doy cuenta de algo terrible.
 Puede ser que todo el amor que siento ahora algún día sea tristeza.
O nostalgia.
Así como suele suceder conforme pasa el tiempo.
Ay no. 
Mejor que todo se acabe mientras es maravilloso.
Aquí en la realidad todo es hermoso por ahora.
Peeero lo dudooo.
Dice.

Auto-sabotaje.
¿O no?

Hoy tengo ganas de ti.
Del mundo entero a través de ti.
Eres tú.
Como el agua de mi fuente.

No conformes ponen a Silvio en el repertorio.

Todas estas letras están empapadas de ausencia.

¿Por qué te vas?
¿Me olvidarás?

Hago demasiado drama.
Anda y ve.
Ahórratelo.

Besabas como nadie se lo imagina.
Igual que una mar en calma.

¡Pinche José José!
¡Déjame vivir mi felicidad en paz!





...
"Volveré" es la PEOR de TODAS.


Ya. Mañana se me va a olvidar.




miércoles, 24 de febrero de 2016

Sobre la situación académica del teatro.

El estudiante de teatro tiende a auto-esclavizarse. Se podría decir que de manera inconsciente es un masoquista disfrazado de mártir –todo por el teatro, todo por el arte–. Como si someterse de lleno a un sistema altamente riguroso elevara su valor ya no tanto artístico sino moral. Es doloroso ver a mis jóvenes compañeros derramar todo su ímpetu por el suelo, trabajando durante horas con el fin de satisfacer necesidades que corresponden a una idea de lo que debe ser y no a una aspiración pura y personal. Claro, sucede que si en el camino alguno halla fortuna, se involucrará en el proyecto de manera que logre convencerse a sí mismo de que ama lo que está haciendo; finalmente la capacidad de transformar la perspectiva es uno de los atributos de los que nos dedicamos a esto, pero me parece que recurrimos constantemente a nuestra gran adaptabilidad, lo cual limita el panorama creativo; uno pierde energía valiosa intentando encajar en el molde de lo requerido. Pareciera que el sistema de competencias en que está fundamentado el plan de estudios pretende que exista un aprendizaje a partir de la comparación y por ende de la frustración. Rigor por rigor, insertarse en una forma obsoleta por pura costumbre histórica, ¿cómo es posible encaminar a un artista en potencia mediante este método?

El problema más grave, según veo, está en que para que una identidad creativa se manifieste necesita, además de trabajo y rigor especializado (no como el que ya hemos definido), libertad, confianza y, sobre todo, tiempo. Tiempo de vida: ese al que aceptamos renunciar los estudiantes de teatro. Ahí es donde me atrevo a decir que el teatro muere desde su escuela. ¿Cómo es posible generar un trabajo de calidad y sustancia si no hay tiempo de experimentar el mundo que existe fuera de la burbuja universitaria? Por eso escucho a la mayoría de mis compañeros preguntarse espantados qué harán cuando terminen la carrera. Además algunos maestros suelen decir cosas como "lo que presentaron no es digno de una escuela superior de arte", es decir, esperan que mágicamente tengamos una visión clara, una ejecución impecable y la suerte de agradar a sus sentidos, cuando difícilmente hay procesos sólidos dentro de las mismas clases pues son tantas materias y tantas metodologías distintas que el estudiante trae enmarañado hasta el espíritu. No hay armonía pedagógica; la institución es una mezcla barroca altisonante. 

Para rendirle culto al escenario con verdad y pasión, el artista también debe por lo menos comer y dormir, soñar, salir al mundo y conocer a la gente. Si se dice que algo fundamental para la actuación es observar la realidad con detenimiento, ¿no valdría la pena entonces observar el mundo que hay afuera de la lata sagrada e incluso ver las aulas en las que pasamos más de la mitad de nuestras horas desde afuera? Reconocer qué hacemos y cómo lo hacemos. A qué valores obedecemos y ante qué nos rebelamos, porque sin rebelión no hay creación. Y pensemos creación como un reestructurar las formas y las ideas de manera que adquieran una configuración singular, espontánea y precisa a la vez. Habría que reconsiderar si lo que queremos es acercarnos a generar una poética auténtica o simplemente apropiarnos neuróticamente de la mayor cantidad de herramientas posibles para resolver las necesidades del mercado laboral y, dependiendo del caso, actuar en consecuencia.


Eurocentrismo*