martes, 28 de julio de 2020

· VIII· LA FUERZA

El hilo de fuerza que sostiene esta frase es, ahora que escribo, mi voluntad creadora, mis ganas de extenderme hasta ti y también, ahora que lees, tu amable esfuerzo por retener estas palabras preexistentes en la pantalla, asimilarlas y volverlas tuyas. El hilo de fuerza virtual que sostiene esta comunión en forma de ensayo, que no es misiva al no tener destino configurante, está fuera del tiempo lineal que anuda causa y consecuencia y está también fuera del lazo histórico o presencial que nos vincularía directamente a ti y a mi. El hilo de fuerza vital que sostiene el acontecimiento que nos conjura ahora mismo es la presencia en una excepción espaciotemporal. En este instante tú y yo en la inmersión del encuentro virtual, en un espacio parecido al que compartiríamos con Mishima, Cher o nuestras ancestras fallecidas. Este pequeño espacio –casi– lleno de letras es la certeza de un acontecimiento, es registro y suceso a un tiempo.

La herida está reventada. A todo alrededor veo trozos de piel y líquido recién derramado, sangre también. Hay ámpulas aún henchidas por todas partes, también gente con agujas gigantes incandescentes que las revienta a su paso. Hordas, gritos, llamas y cadáveres. Está sucediendo, no hay tiempo ni lugar para la duda. Ayer marchaba la Hydra latinoamericana, miríadas de mujeres reclamando el derecho a la vida, azotando con rabia y aerosol las efigies de una historia ajena y exclusiva que había sido instaurada como totalidad. Hoy estamos confinadas, dentro de un paréntesis mundial, resistiéndonos al peligro que implica la presencia en cercanía. Desde el encierro buscamos la llama del encuentro virtual, la expresión, el fondo inalcanzable de nuestra propia identidad. Y también la reconfiguración del otre, ¿qué es hoy –más que nunca– eso que no soy yo pero que comparte esta experiencia, esta configuración atómica? En principio es la Tierra y los elementos que la conforman, lo que no vemos, la red virtual, la improbable convergencia que nos permite estrechar el acontecimiento que nos conjura, a ti que lees y a mí que escribo. Asombro infinito siempre. Estamos confinadas y aún así vemos el mundo ardiente. Hoy estuve allí donde George Floyd fue asesinado. Estaba en mi casa pero estuve ahí y mi corazón gritó, en soledad del cuerpo, como lo hizo cuando me rodeaba el calor físico y vocal de mis hermanas el pasado 8 de marzo. Hoy siento parte de mí reencarnar en miles que no saben ni que existo, en tiempo real, en tiempo presente gracias a la conciencia, gracias a la capacidad de nombrar, imaginar y hacer visible lo invisible. Así también sé que una parte de mi fuerza acompaña a la mujer que se enfrenta a un policía en NY, tanto como a la niña que ahora mismo se pregunta si volverá a ver a su madre mientras un humano adulto ahogado en la peste tiene planes indecibles para ella, tanto como a la adolescente Kurda que se volvió entera y fue a dar su vida para defender a su pueblo. Claro que no se trata de mí como personaje, se trata del poder que tienen la atención, la mente, la intención y el acecho, puntos en que converge la experiencia humana. Se trata de ti cada vez que piensas en alguien a quien amas o en alguien a quien temes. Se trata de esa palabra en la que tanto insistimos y que tanto manoseamos por necesitarla y no alcanzarla a veces: empatía. Hay un espectro en que mi voz es la voz del mundo entero, uno ligero que no necesita dominar otros para hacerse presente. Hay un espectro en que la experiencia compartida es certeza. Cuando vi morir a la princesa Kaguya e irse flotando a la luna en caravana musical, dejando atrás lo que fue su vida, su casa, su familia, su nostalgia por el mundo, vi también a mis abuelas que partieron, vi a mi madre irse en el futuro, presintiendo el dolor insondable de su ausencia y también vi mi propia muerte. Cuando vi a Psique perdida por las calles recordé los desamores que me desarmaron. Cuando pienso en Chihiro siento las veces que ha sido rasgada mi conciencia por el olvido. ¿Qué es este ánimo que me vincula con todo, hasta con aquello que desprecio? El paso primordial es reconocer la existencia y eso sólo sucede al encontrarse con le otre. Reconocer la existencia de otres confirma la existencia propia. Entre el glitter, la policromía y el incendio.    

M. Aroko


2 comentarios:

  1. "siento las veces que ha sido rasgada mi conciencia por el olvido." Cuantas veces no he negado mi memoria para evitar el dolor, cuantas veces negué el recuerdo, las violencias, violaciones, agresiones, perjudicaciones, insultos, manoseos, el deseo de abortar, o de morir, la memoria oculta, pero hoy al encontrar un lazo con alguien más se devela, me revela. He sanado, ahora puedo luchar.

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    1. Efectivamente, no estás sola. Muchas gracias por escribir lo que resuena en ti, a mí también me sana saberme acompañada, leerme en ti. Reconozco en mi cuerpo todo lo que enuncias, pero hay que celebrar que estamos en una coyuntura en que vamos emergiendo juntas a otra realidad posible <3

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